La provincia entregó los primeros kits Qunita y buscan crear 8000 por mes
Qunita fue un emblema. Primero, de un Estado que buscaba reducir desigualdades y proteger a las embarazadas, madres y bebés. Después, por haber sido eje de ataques judiciales y del macrismo una vez que llegó a la Nación, con el juez Claudio Bonadio ordenando destruir 60 mil kits. Y finalmente, con la causa que surgió a partir de la denuncia de Graciela Ocaña ya derrumbada, volvió la luz. Y hoy, el icónico programa está renaciendo en la Provincia de Buenos Aires, y ya se entregaron las primeras.
«Con una inmensa alegría comenzamos con la distribución de kits del programa que garantiza el acompañamiento a las familias y al recién nacido, asegurando embarazos cuidados y brindando elementos esenciales para transitar los primeros meses», relató Leticia Ceriani, subsecretaria de Gestión de la Información del Ministerio de Salud bonaerense.
La producción del Qunita ya está en marcha en la Unidad Penitenciaria 1 de Olmos, en La Plata. En el polo industrial de 3600 metros cuadrados que se abrió en octubre, los internos trabajan a diario en dos turnos de seis horas fabricando el kit completo: desde la cuna y el colchón, hasta las sábanas y frazadas, la ropa del bebé y la mochila de la mamá. El trabajo se divide por sectores. Carpintería, textil, pintura y serigrafía, y el empaque final. La producción en serie arrancó en febrero y el objetivo máximo es llegar a confeccionar 8 mil cunitas por mes para entregar a las beneficiarias de la Asignación Universal por Embarazo y por Hijo.
Olmos es el engranaje más importante del plan que inició en agosto de 2021 el gobierno de Axel Kicillof para reflotar el Qunita creado sobre el final de la presidencia de Cristina Kirchner. Pero no el único. Hay otras tres cárceles, la 8 de Los Hornos, la 32 de Florencio Varela y la 47 de San Martín, que también producen los componentes del kit. El proyecto, que tiene como propósito bajar la tasa de reincidencia, llevó 14 meses entre la selección de los internos –que son elegidos en función de sus saberes pero también del plazo de condena–, la capacitación, la compra de las máquinas y de los insumos para arrancar la producción. Hoy el sistema se está poniendo a punto.

Foto: Edgardo Gómez
La obligación
Es, literalmente, una fábrica dentro de una cárcel. Y sus operarios trabajan a contrarreloj para llegar a febrero con el inicio de la producción en serie. Donde antes funcionaba un gran depósito, hoy hay máquinas de coser, cortadoras de madera, lijadoras, planchas, mesas de corte y de planchado, rollos y rollos de tela, algodón y polar, pintura, cajas para empaque. Todo ordenado por sector, nada al azar. Los trabajadores llevan guardapolvos de colores: los de rojo en textil, verde en carpintería, beige en pintura. «Hoy hay 180 trabajadores, pero vamos a llegar a 450 con la producción en serie. El objetivo de máxima es llegar a fabricar 400 Qunitas por día para comenzar a entregar de manera escalonada», aclara Marcelo Iafolla, el director de Coordinación, Producción y Trabajo del Ministerio de Justicia bonaerense, que conduce Julio Alak.
El proceso arranca en la carpintería. Allí, los trabajadores se ocupan de manejar los tres routers que cortan las placas de madera para las cunas. El proceso es computarizado en base a un prototipo que pasó por el filtro de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP), la Facultad de Arquitectura de la UBA y el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI). Los internos hacen el control de calidad de cada pieza que pasa al sector de lijado. Allí está Sergio, de 34 años. Hace cinco que está en la unidad. Antes trabajaba en carpintería. Sabe del oficio. «La obligación es que le llegue perfecto a la mamá y el bebé», dice, mientras detiene unos segundos la lijadora eléctrica. Todavía le quedan otros cinco años de condena por homicidio. «Tuve un impulso: a mi mujer la violaron y encontré a la persona, y aunque traté de evitarlo…», relata. Ese episodio marcó un quiebre en su vida. Sostiene que le encantaría seguir trabajando en este proyecto cuando vuelva a la calle, «y también seguir dibujando», un hobby que conoció en la pandemia cuando habilitaron los celulares.

Foto: Edgardo Gómez
La cara de la Qunita
La segunda parada es en pintura y serigrafía. Allí la cuna es terminada y ensamblada. Carlos vende su trabajo y explica con detalles cómo se estampa el «Qunita» en la cabecera de cada cuna. Aprendió la técnica en una capacitación de la Universidad de la Plata (UNLP). «Acá hacemos la cara de la Qunita. Lleva 40 minutos sólo encuadrar. Es tinta especial que no es tóxica para los bebés –aclara–. Es un poco más liviano el trabajo que en otros sectores, pero no es menos importante porque cuando armás la cuna lo primero que ves es la serigrafía. Es la última parte del proceso».
Hace 9 años que Carlos está en la unidad. Tiene medio siglo de vida. Es de Hurlingham. En su vida anterior fue profesor de taekwondo y chofer de colectivo. No quiere hablar del delito que lo llevó a la cárcel. Le quedan mil días para cumplir la condena. «Como los mil días del Qunita», dice riendo, en referencia al Plan en el cual se enmarca el programa en su versión actual. Cuando salga, proyecta usar la serigrafía para estampar ropa de taekwondo: ve allí un nicho y una posible salida laboral.
La recorrida termina por el sector textil, el más poblado, con capacidad para cien trabajadores por turno. Allí están dispuestas las 95 máquinas Overlock nuevas. Salen sábanas, los bodies y pantalones para los bebés, las frazadas, los toallones y los cambiadores. En el sector también están instaladas las mesas de corte de las telas, de planchado, armado y embalaje del kit. Es el último paso antes de que las cajas salgan ya listas hacia el Correo Argentino.

Foto: Edgardo Gómez
Abrirse
Detrás de una de las máquinas del sector textial está «El Oso» cosiendo las piezas del interior de la mochila. El día anterior hizo «300 gorritos». Tiene 45 años y está esperando la libertad condicional. Se recibió de Maestro Mayor de Obras en la cárcel. Como confeccionaba artesanías para los hijos de sus compañeros, decidió anotarse en la entrevista para fabricar el Qunita. «El proyecto está buenísimo pero yo quiero que le llegue a la gente», remarca.
El Oso destaca lo que significa el trabajo para las personas detenidas, y se esperanza con que llegue el pago que les corresponde por ley por el trabajo realizado. «Esto te puede dar una salida laboral, si le agarrás la mano a una máquina afuera podés hacer lo mismo y abrirte de las cagadas que te mandaste y que te trajeron acá», enfatiza.
Cuenta que terminó en la cárcel por las drogas. Mira la producción a su alrededor, y cierra: «Esta es una forma de aprovechar bien el tiempo que tenemos acá, que es lo que nos sobra».

Fuente: Tiempo Argentino